Archivo Barboza Grasa ®

VISITANDO A EL GRECO EN MADRID Y TOLEDO 1968- 71

En el verano de 1968 me encontraba en Madrid y al llegar lo primero que hice fue ir al Museo del Prado. Entré despacio  para ir viendo poco a poco las pinturas y  ubicar el  espacio  donde se encontraban las distintas Escuelas y Pintores que posee el Museo. El Greco tiene un atractivo especial porque solamente en este Museo se encuentran sus mas importantes obras que, junto a las que hay en la ciudad de Toledo,  forman un conjunto único de este cretense que vivió en España hasta su muerte en 1614. El reencontrarme con el retrato de Anciano desconocido que dibujé en Costa Rica fue de una gran emoción, al igual que ver sus obras a tamaño original con lo que ubica uno al pintor y se ve la grandeza técnica en todo su esplendor, como es La Trinidad, con ese Cristo yacente que recuerda a su admirado Miguel ángel en la fuerza de su anatomía. Esta fue una de las primeras obras hechas en Toledo para el Convento de Santo Domingo, el Antiguo en 1577-79.  O donde el color vibra con toda su fuerza como en las pinturas de La Anunciaciónde Doña María de Aragón, El bautismo de Cristo, o La Crucifixión, todos de 1596.  Pero en el que alcanza su máximo esplendor de esta serie del Prado es una de sus últimas pinturas, La Adoración de los pastores, de 1612-14,  todo un derroche  genial de color y forma. Pero en el que me detuve con insistencia y que cada vez que volvía a El Prado iba a ver este retrato, se trata de El caballero de la mano en el pecho, su máximo logro como retratista.  En Madrid empecé a estudiar grabado calcográfico en el Circulo de Bellas Artes y a la vez descubrí al técnica del linóleo, como medio gráfico y era tal mi admiración por este anónimo caballero cuando tenía firma,  que hice un linograbado cuyo tema es el guarda del Museo en primer plano, e introduje en forma de collage una postal de esta pintura. Era la primera vez que usaba el collage en un grabado. Hablamos de 1969.
El siguiente paso era ir a Toledo. Desde Madrid y en el tren, que es un buen compañero de viaje, saliendo de la antigua Estación de Atocha,  y muy pronto el Madrid habitado en aquel año terminaba en la Casa de campo, lo demás era llanura y sol. Para mí este paisaje era exótico, tan distinto al Trópico donde me crié. Se llegaba a la Estación de Toledo  y la ciudad de veía en un montículo rodeada por el rio Tajo. Se cogía un autobús que te subía hasta la Plaza de Zocodover  y de allí con un plano en la mano, a descubrir la ciudad y las obras de arte que guardan sus edificios.  Lo primero la Catedral  que te recibe con un claustro de pinturas murales de Francisco Bayeu  y en su interior se siente la potencia y el poder de la Iglesia Católica que, cuando fue construida, dominaba el ultramar. En la Sacristía al fondo, una gran mancha rojo carmín, que atrae la vista,  el corazón palpita al ver esta obra tan querida, El Expolio de Cristo, pintado entre 1577-79, todo un mundo pictórico resumido en un manto  y en unas cabezas tumultuosas que prenden con violencia a Cristo. Un caballero con armadura que está mirando al espectador, como si lo que está sucediendo no fuera con él, un carpintero  pacientemente prepara la cruz y las tres Marías  de la polémica que asisten ateridas al acontecimiento. Lo maravilloso de ver este cuadro en el sitio para el que fue pintado con su luz y su ambiente. Después mira uno las paredes de la Sacristía  y a la derecha le acompaña otra gran pintura del arte cristiano, El Prendimiento de Cristo de Goya, 1788, por la composición de las cabezas  y el tono rosado de la túnica, es muy posible que el aragonés mirara al griego del Expolio, e el techo un gran mural al fresco de Lucas Jordán y un ragazzo de Caravaggio  donde la luz se detiene en las hojas de la parra, en fin, todo el arte cristiano de la España dominadora.
De una Iglesia a otra Iglesia, la de Santo Tomé, a la que se entraba  a la penumbra de la luz y en una capilla con unos bancos y una reja estaba la obra cumbre de El Greco, El Entierro del Conde de Orgaz, donde nos da su visión mas realista en estos caballeros que dialogan y en el cielo que se fuga al infinito donde un ángel porta el alma del señor de Orgaz.  Llega la noche y Toledo se vuelve misteriosa, en estos años de estudiante, las calles apenas estaban iluminadas, eran como sumergirse en el pasado,  oír las campanillas de los Conventos e Iglesias, hacia más comprensible el arte de El Greco.  Al día siguiente  fui  al Hospital Tavera para enfrentarme a mi amada pintura La Sagrada Familia y Santa Ana, o La Virgen de al buena leche, porque le está dando el pecho al niño. En este Hospital- Museo me encuentro con el retrato del Cardenal Tavera, con ojos de inquisidor, se dice, que El Greco pinto el rostro utilizando una mascarilla mortuoria, el retrato me impactó, y años mas tarde en 1971  cuando practicaba las pinturas acrílicas, hice un boceto del retrato en recuerdo de este cardenal tan importante en la época de Carlos V.  Alonso de Berruguete hizo su mausoleo que se encuentra en el recinto, en 1561. También hay una escultura de Cristo desnudo que, junto con las dos del Museo del Prado,  Epimeteo y Pandora,  también conocidas como  Adán y Eva, nos descubren el Doménico escultor.
Luego visito la Casa Museo del Greco, donde se encuentra  la serie del Apostolado y la  Vista de Toledo, en la que  su hijo  sostiene un plano de la misma. En este cuadro el griego recuerda a Venecia en Castilla. En el Museo de Santa Cruz se guardan importantes obras como La Verónica en suaves tonos   azules y  el Santiago Mayor peregrino, con su manto pintado de minio, seguramente  para poner  el carmín garanza  en veladura. La pintura de la Inmaculada de Oballe  con esas flores y ese ángel de amarillo en primer plano y Toledo al fondo, todo en él es luz y color.  Siempre que podía me desplazaba a vivir el Toledo de El Greco, mientras estudiaba en el taller de grabado de la Escuela de San Fernando donde se matriculó la pintora Teresa Grasa  y comenzamos a tener una buena relación diaria de amistad,  trabajábamos juntos en el taller y luego salíamos por la tarde  a ver exposiciones en el centro de Madrid. Vivía en un piso junto a la doctora Carmina Gutiérrez Martín  y yo vivía en otro en la calle de Nueva Zelanda, junto a otros compañeros y entre ellos se encontraba el escritor Jorge Anel. Un domingo planeamos una excursión a Toledo los cuatro,  en el seiscientos de Teresa,  y fue la oportunidad de conocer el Hospital de La Caridad de Illescas, donde se guardan seis importantes obras de El Greco, entre ellas la Coronación de la Virgen  y San Ildefonso con su mesa roja y sus útiles de escribir. Dichas pinturas son de 1603-05. Continuamos hasta Toledo   visitando y disfrutando de su arte y su paisaje.  El domingo por la noche nos encontrábamos en Madrid, pero de este viaje nacieron dos uniones, Jorge y Carmina se casaron y yo y Teresa también, así es que con El Greco y Toledo nació el amor.  Cuando estaba preparando este blog, el día 27 de junio  me entero por Teresa, que lloraba,  y me da la noticia del fallecimiento de nuestra amiga la Académica de Medicina, y Profesora de la Universidad de la Universidad de Asturias,  Carmina Gutiérrez Martín. Que los ángeles y santos con los que disfrutabas en Toledo te acompañen  y que un ángel lleve tu alma como lo hace en El Entierro del Conde de Orgaz. Buen viaje, amiga.
Carlos Barboza Vargas.
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http://barbozagrasa.blogspot.com.es/2014/06/estudiando-el-greco-y-toledo-en-costa.html