En 1973 cuando estudiaba en Italia tuve contacto con la obra de Piranesi, a la que me introdujo la restauradora Alda Bertoncello en Bassano del Grappa, enseñándome grabados que pertenecían a su colección. Fue una gran emoción poder tocar el papel en que estaban impresas estas obras maestras del arte gráfico, realizadas al aguafuerte y en su patria, el Véneto. Mas tarde, Teresa Grasa y yo adquirimos dos piezas pequeñas de la primera época de este genial grabador nacido en Venecia en el año 1720.
Mientras estábamos Teresa y yo en Washington en 1978 exponiendo nuestra obra gráfica en las Salas de Exposiciones del Banco Interamericano de Desarrollo, en la National Gallery of Art, en su edificio adjunto diseñado por el arquitecto Leoh Ming Pei el East Building, se realizaba una gran exposición de la obra gráfica de Piranesi, ambientada por un grabado de la serie de Las Cárceles. El impacto fue tal que perdimos la noción del tiempo y vivíamos dentro del mundo gráfico de este gran veneciano que hizo de Roma su patria y su pasión.
En Zaragoza, en el tiempo en que restaurábamos la pintura mural de Goya en Aragón, tuvimos acceso a estudiar los fondos de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, donde se encontraban en una carpeta una serie de los aguafuertes de este artista llamado Giovanni Piranesi, junto con otro gran grabador del siglo XVII, el romano Alessandro Spechi, 1668. Mas tarde esta obra fue expuesta el 7 de noviembre de 1982 en las salas de lo que hoy es Ibercaja. El 8 de febrero de 1983 se trasladó dicha exposición a la Sala de Arte Genaro Poza en Huesca, donde con este motivo, impartí una conferencia con diapositivas sobre Las técnicas del grabado y su estampación en que hacía especial mención a la forma de trabajar la plancha de cobre, Piranesi. Hoy en El Patio de la Infanta en Ibercaja, hay expuesta una selección de la obra gráfica de estos dos artistas, arquitectos, en Roma; es un privilegio para una ciudad como Zaragoza poseer tanta cantidad de grabados que merecen una sala del Museo sólo para ellos ya que son de nivel mundial, en especial Piranesi.
La obra de Giovanni Piranesi tiene una profundidad ideológica, un interés artístico y documental, y es junto con Canaletto, el que llevó el aguafuerte paisajístico a cotas únicas. En el siglo XVIII en Venecia, los Talleres de obra gráfica comienzan a profundizar en las posibilidades del aguafuerte y es Tiépolo, con su serie Los Caprichos, quien lo flexibiliza con un dibujo ágil y luminoso. También se daba el fenómeno que Italia se convertía en el polo de atracción turística y cultural de toda Europa y en especial los ingleses, franceses, alemanes y españoles, muchos escribieron y dibujaron sobre estos viajes a Italia, como es el caso de Fragonard acompañando a Bergeret de Grancourt en el año 1773-1774. El alemán Goethe y hasta Goya viajó, a sus expensas, para admirar y estudiar las grandes obras maestras de la pintura italiana. Se viajaba
especialmente a Florencia, Roma, Nápoles y Venecia, y los pintores de entonces producían cuadros de las vistas o Vedute para vender a los viajeros. El grabado en Italia había sido utilizado para documentar todas las pinturas que los artistas producían, al igual que sus edificios plazas y objetos de arte. Pero estos tenían la rigidez del documento, como se puede ver en la obra de Alessandro Spechi, Roma (1668-1729). Su perfección técnica es didáctica y con una mirada de arquitecto nos transmite un documento de la Roma moderna, del momento, y esta serie de grabados fue publicada por el editor Domingo de Rossi en 1699.
Es en Venecia donde va a nacer una nueva forma de ver el paisaje en el grabado, lo que llamaban Vedute y esta nueva forma de grabar aparece cuando la gráfica puede competir con la pintura y también llegar a un público viajero que puede trasladar en papeles enrollados las imágenes que había visto en Italia. Canaleto, gran pintor de paisajes venecianos, empieza a grabar los mismos de una forma más lírica, buscando el espacio, la luz y en 1741 dedica una serie única de sus Vedutevenecianas al Cónsul Joseph Smith.
Piranesi, mas joven, veneciano de formación, conoce las obras de Tiépolo y Canaleto y después de aprender a grabar con Carlos Zucchi y luego con Giuseppe Vasi, empieza a realizar pequeñas planchas que, como estudiante de arquitectura, titula Prima parte di Architteture e Prospettive en 1743. Hace un viaje a Nápoles entre 1744 -45 y se encuentra trabajando en Roma con Carlo Nolli y en 1745 aparecen sus pequeños grabados que titula Varie vedute di Roma Antica e Moderna cuyo tema no dejará de trabajar y de ampliar en sus planchas de cobre, creando unas vistas únicas y eternas de Roma y en especial, ponía tal amor gráfico a las ruinas del imperio Romano, a las que consideraba de mas grandeza que las de la arquitectura griega. Se traslada de nuevo a Venecia durante dos años donde comienza a trabajar en su obra más personal y única, Le Carceri, Las Cárceles, en las que desarrolla toda su imaginación surrealista de espacios únicos en arquitecturas soñadas. Dalí era gran admirador de esta obra y en el Museo de Figueras están expuestos estos grabados que poseía de Piranesi, que son toda una revolución técnica y visual.
En 1750 publica Opere varie de Architettura, Prospettive, Grotteschi, Antichitá, editadas por Giovanni Bouchard, y también en estas planchas deja correr la imaginación en forma de capricho grotesco de las ruinas. En 1752 se casa con Angela Pasquini y en 1758 nace su hijo Francesco, quien aprenderá el oficio de su padre y será el protector de su obra. En 1761 publica la serie de Las cárceles, lo nombran Académico de San Lucas y sigue trabajando en su obra muy codiciada por los amantes del arte y coleccionistas. En 1764 interviene en su única obra como arquitecto, en la Iglesia de Santa Maria del Priorato en Aventino. En 1778 publica Pianta di Roma e del Campo Marzio y Vasi, Candelabri, Cippi, Sarcophagi, Tripodi, Lucerni, y como estaba afectada su salud por el trabajo y el estar toda la vida respirando los gases que se producen en la reacción del ácido o mordiente con el cobre, fallece el 9 de noviembre de 1778.
Su hijo Francesco Piranesi continúa con el taller y editando las planchas de su padre, hasta que los acontecimientos políticos napoleónicos lo hacen trasladarse a París a principios del siglo XIX, donde muere. Tras su muerte, compran a sus herederos todas las planchas el Taller parisino de Firmir Didot, el cual se las vendió a los emisarios del Papa Clemente XII con el fin de dar cuerpo a la Calcografía Camerale del Vaticano que fue la antecesora de la Calcografía Nazionale di Roma.
Hoy en Zaragoza en El Patio de la Infanta, se encuentran las obras de Piranesi y de Goya quien seguramente, se cruzó con este genio por las calles de Roma, ya que el grabador tenía en 1770-71 cincuenta años, con toda su fama, y Francisco comenzaba a volar en el arte con veinticuatro años, y luego con los años ocuparía un lugar entre los grandes de la Historia de la Gráfica, junto a Giovanni Piranesi.
Carlos Barboza Vargas