Archivo Barboza Grasa ®

EN MILÁN CON LEONARDO DA VINCI Y LA SANTA CENA POR BARBOZA



Como nuestro hijo Francisco se encuentra en Torino, estudiando en el IED, Istituto Europeo di Disegno, aprovechamos para ir a visitarlo y así conocer la ciudad que fue motor de la unificación de Italia y que este año cumple el 150 aniversario de este acontecimiento. Cogimos el coche para viajar los 1200 kilómetros que nos separan de Zaragoza, haciendo noche en la ciudad francesa de Orange, con su anfiteatro romano. Pasamos los Alpes por el Monte Cenis, mientras los corredores del Tour de Francia subían el Galibier…Por la tarde estábamos en Torino junto a Francisco.

Gracias a internet, nuestro hijo pudo reservar con antelación sitio para poder admirar La Última Cena de Leonardo da Vinci en Milán, en el primer turno de visitas, a las 9 de la mañana, por tanto teníamos que ir a la estación de Porta Susa en Torino muy temprano para trasladarnos en el flecha rossa, y en hora y cuarto estábamos en Milán. La mañana estaba un poco nublada y había llovido, así que un agradable frescor nos acompañaba por las calles hasta llegar a la Iglesia de Santa Maria delle Grazie, proyectada por el gran arquitecto Bramante, quien construye la cúpula, la tribuna y el nuevo refectorio, cerca de 1492. Dicha remodelación de la iglesia fue encargada por Ludovico Sforza, llamado El Moro, quien, una vez terminado en 1495 lo hace pintar por Donato de Montórfano y en una de las paredes realizó La Crucifixión y en la pared de enfrente encargó a Leonardo entre 1495 -97 la pintura de La Última Cena.

Es emocionante entrar en el recinto desnudo con dos paredes pintadas en pleno Renacimiento, la pintura al fresco de Montórfano se encuentra en buen estado, pero La Cena de Leonardo es sólo un soplo de lo que fue, en esos pequeños trozos de pintura leonardesca apenas queda la estructura de una composición revolucionaria, la geometría, el número pi y La divina proporción de Faccioli va a ser aplicada en esta superficie rectangular de 460 x 880 cms.
Jesús es el centro de todo este misterioso mundo en que el pintor ubica a los personajes, que son los doce apóstoles y que los divide en grupos de tres, frente a una mesa que hace de freno óptico para que nos centremos en el misterio del acontecimiento. La frente de la cabeza de Jesús es el centro de toda la composición, de allí salen todas las líneas de fuga que van a construir la perspectiva. Luego divide a las figuras en subconjuntos, a la derecha y a la izquierda, siendo el triángulo central solitario donde la figura del Señor está concentrada en sus pensamientos y palabras. La primera línea de la tabla de la mesa es la que inicia todo el movimiento circular de cada grupo y dentro de estos círculos se encuentran triángulos donde los Apóstoles se mueven, expresando en líneas diagonales las expresiones de sus cuerpos. Cada subconjunto es un mundo independiente de los otros que hacen mas patente la soledad de Jesús que va a morir por todos los hombres después de la última cena.
Con la mente puesta en lo visto en el refectorio, la Iglesia en la que intervino Bramante nos ubica en esa rica y no superada época del arte como fue el Renacimiento. Se culpa a Leonardo del deterioro por no haber realizado la pintura al fresco, pero eso no tiene nada que ver, ya que su obra pictórica, después de quinientos años se conserva sobre su soporte. El problema de la pintura mural, en cualquiera de sus técnicas, es que está ligada al cuerpo del edificio y si éste no se protege, la pintura sufre las consecuencias de la excesiva humedad ambiental, el abandono, la guerra, ya que fue bombardeada en agosto de 1943, y los agentes externos como la polución. Desde 1726 hasta la última en 1999, se han realizado once intervenciones sobre la obra. Unos repintaban, otros quitaban lo repintado, otros fijaban los fragmentos y, finalmente cualquier pintura con tanta intervención, me hace recordar a Cervantes que decía lo siguiente sobre la rosa: uno la corta, otro la huele, otro la toca y finalmente, entre las manos rústicas se deshace….

Gracias al genio de Leonardo todavía nos queda la estructura compositiva, la perspectiva lineal y aérea que Leonardo legó a la pintura de los siglos venideros. En el Duomo de Torino, en el que se conserva la Sábana Santa, la Sindone, se encuentra una copia de La Última Cena de Leonardo, sobre tabla, encargada por el Rey Carlo Felice de Savoia, al pintor Luigi Gagna, y fue pintada antes de su deterioro. Hay una publicación de Electa, Milán, con fotografías de detalles después de la última intervención en 1999.

Recorrer las calles de Milán hacia el Duomo, iglesia gótica, iniciada en el siglo IX y ampliada por el arzobispo Carlos Borromeo en 1577, enterrado en su cripta, es el complemento para sumergirse en la belleza de los siglos, es increíble ver tanta belleza junta, que continúa hasta nuestros días, porque el genio italiano no ha dejado de crear belleza y conservarla. También se encuentra la estatua de San Bartolomé apóstol, de Marco de Agrate. Napoleón encarga la terminación de la fachada principal en los inicios del siglo XIX.

Pasear por las Galerias de Vittorio Emanuele, encontrarse el monumento a Leonardo frente a La Scala de Milán, luego visitar la pinacoteca Brera, donde nos recibe un Napoleón desnudo de Canova, es el broche perfecto para comprender la Historia del Arte, empezando por el Cristo yacente de Mantegna hasta ultima colección de arte del siglo XX. Regresamos a la estación Termini donde nos encontramos un espectáculo de boxeo, me llamó la atención, y a lo mejor, Leonardo, como hacía para sus personajes de La Cena, que dibujaba los rostros en las calles de Milán, y seguramente para sus batallas dibujaría esta lucha a golpes. El tren nos regresa a Torino y por la ventanilla al atardecer, se ven los azules Alpes y el campo verde, al igual que el paisaje que se entrevé por las ventanas abiertas de La Santa Cena de Leonardo.


Carlos Barboza Vargas