Archivo Barboza Grasa ®

“EL COLOSO” DE GOYA EN EL “BLANCO Y NEGRO” Y “LA ESFERA” EN 1930

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Se ha suscitado un gran revuelo por la publicación en la página web del Museo del Prado, de la descatalogación como obra de Francisco de Goya de la pintura titulada El Coloso, a pesar de estar incluida, titulada como Un Gigante, en el inventario de la casa de Goya, llevado a cabo en 1812, con ocasión de la partición de bienes entre Goya y su hijo Francisco Javier, tras el fallecimiento de su esposa Josefa Bayeu en junio de 1812. Es probable que esta pintura pasase directamente de la familia de Goya a la colección de los Marqueses de Perales y Tolosa unos años más tarde, legándola su descendiente, D. Pedro Fernández Durán, tras su muerte, al Museo del Prado en 1930, donde permanece en la actualidad.
Aureliano de Beruete y Moret, historiador del Arte, quien llegó a ser Director de Museo del Prado entre 1921-23, en su libro “Goya. Composiciones y figuras”, publicado en Madrid el 1º de diciembre de 1916, ya alude a El Coloso y a su actual propietario, D. Pedro Fernández Durán, siendo la primera vez en el siglo XX en que se da noticia del actual paradero y la colección en que se encuentra, describiéndolo así: … “Mencionaremos uno por su grandeza de su idea, y aún mejor diré por la grandeza de la expresión de su idea. Es poco conocido. Le llamaremos el Coloso, y lo describiré ateniéndome más a un grabado al humo que de él existe semejante, que al cuadro mismo, que no he podido ver nunca.” …
Al año siguiente, en el libro Goya grabador” publicado también por Aureliano de Beruete y Moret en Madrid el 1º de diciembre de 1917, alude a la estampa de El Coloso y la relaciona con la pintura, diciendo: …“Puede afirmarse que esta obra es muy adelantada en la del artista, posterior a la invasión francesa y contemporánea, probablemente, de los años en que el viejo Goya decoró la Quinta del Sordo. Por su asunto, este Coloso, es análogo a aquel otro cuadro que también tituló El Coloso, y del que hablo en Composiciones y figuras. pag.122.”
Tras la muerte de D. Pedro Fernández Durán, sus albaceas, siguiendo sus instrucciones, llevan a cabo la donación de su colección de pintura al Museo del Prado. Las revistas de la época dan cuenta de dicho acto.
La pionera reseña gráfica publicada en el “Blanco y Negro” 2.050 de 30 de Agosto de 1930, en la sección de Actualidades, a doble página, con fotos de V. Muro dice lo siguiente: “Un valioso legado al Museo del Prado. Los cinco cuadros de Goya: 1- Retrato del General Ricardos. 2- San Antonio de la Florida. 3- La Gallina ciega 4- La tormenta. 5- El herido, que D. Pedro Fernández Durán ha legado al Museo.” En la página siguiente: “El filántropo aristócrata Sr. Fernández Durán, coleccionista notable, que, con los cinco Goyas, y otras obras artísticas, ha legado al Museo esta notabilísima tabla flamenca, 1, de autor desconocido, y estas cuatro de Van der Weyden, que con una de Leyden, encierra un artístico marco.” Vemos que en esta descripción la pintura de El Coloso se denomina como La tormenta.
Dos meses después, en la revista “La Esfera”, 874, de 4 de octubre de 1930, en un gran reportaje gráfico de 8 páginas, de la 27 a la 34, se publica otra completa reseña ilustrada con fotografías de Cortés, en la que se alude a los cinco cuadros de Goya donados por el ilustre prócer recientemente fallecido, y se nomina esta pintura ya como El Coloso, y añade: “El prestigio de los cinco Goyas donados al Museo ha proyectado un foco de sombra sobre los demás cuadros de la galería del Sr. Durán”.
Así pues vemos que la pintura de El Coloso, (116 x 105 cm.) se encontraba en casa de Goya en 1812, pertenecía a su obra de contemplación personal e íntima, siendo pintada poco antes de esta fecha, entre 1808 y 1812, en un período de guerra total, que ocasionó al país grandes carencias vitales y más aún, de dificultad de adquisición de materiales y pigmentos, como explica el propio pintor en su carta a Palafox tras realizar su retrato ecuestre en 1814.
Esta pintura de El Coloso constituye en sí misma un paradigma de La Pintura. Todo artista hubiese querido ser su autor, pues no es sólo una pintura al óleo, un trozo de lino cubierto con pigmentos rosados, azules o negros, sino que para la concepción y posterior materialización de esta idea, se requiere un cerebro excepcional, un Maestro del Arte de La Pintura. La composición de la obra es magistral y sin parangón. Un fondo de paisaje con suaves colinas arboladas, un primer plano elevado, en diagonal, que sugiere ser el punto de vista del espectador que contempla a una multitud que huye aterrorizada ante los sucesos que acaban de acontecer. Las personas se revuelven con las bestias, manadas de toros negros, castaños, bermejos o blancos, caballos al galope, perros sueltos, carretas, tartanas, carrozas, forman una amalgama de terror y supervivencia. El cielo azul al atardecer se cubre con nubarrones claros y rosados entre los que aparece un gigante desnudo, de torso poderoso, un coloso que parece bramar desde su altura, agitando sus brazos en un estado de terrible agitación que hace aparecer más frágiles a las criaturas despavoridas a sus pies. Un asno blanco con su montura acaba de perder a su dueño a quien espera paciente.
Técnicamente, esta obra es perfecta en su ejecución y atrevida en el manejo de los utensilios pictóricos. Con un solo golpe de pincel están trazadas las figuras, los árboles, las bestias, las nubes y los cabellos encarnizados del Gigante. El contorno de su espalda y sus glúteos potentes se destacan sobre el atardecer rosado, en una mezcla de claridad y tinieblas de una sugerente melancolía. Cae la tarde sobre la llanura devastada.
Tras estas consideraciones, afirmamos que El Coloso es una pintura magistral y única, realizada por Francisco de Goya, hacia 1808 – 1812, como admiten todos los especialistas en Goya hasta la fecha.
Por último, como dice su hijo Javier de Goya en el libro que narra la “Distribución de los Premios concedidos por el Rey Nuestro Señor a los discípulos de las tres nobles artes hecha por la Real Academia de San Fernando en la Junta Pública de 27 de marzo de 1832”, editada por el impresor aragonés Joaquín Ibarra en Madrid, …” aunque siempre merecieron su predilección los cuadros que tenía en su casa, pues como pintados con libertad según su genio y para su uso particular, los hizo con el cuchillo de la paleta en lugar del pincel, logrando sin embargo que causen un efecto admirable á proporcionada distancia.”
Carlos Barboza y Teresa Grasa Jordán
Restauradores de Goya – Facultad BBAA San Fernando Madrid, UNESCO, Roma