Archivo Barboza Grasa ®

BARBOZA DIALOGANDO CON GIACOMETTI EN COSTA RICA, 1968

Alberto Giacometti muere el 11 de enero de 1966. Por aquel tiempo yo estaba en Costa Rica formándome como pintor y grabador y no dejaba de estudiar todo movimiento artístico y en especial a sus creadores, y uno de los libros que adquirí  fue el de Giacometti, Esculturas  de la Editorial Gustavo Gili publicado en 1964 y escrito por Raoul  Jean Moulin y traducido de la publicación francesa de la editorial Fernand Hazan, por el crítico Juan Eduardo Cirlot. Siempre tuve una inclinación especial por admirar la escultura, en Costa Rica hay muy buenos escultores, sobresaliendo Francisco Zúñiga, quien realizó toda su obra en México, o la de mi amigo Néstor Zeledón. También admiraba a todos los escultores anónimos de la estatuaria totémica indígena que se conservan en los Museos de San José.  Así es que mi atracción por la gran escultura europea fue a través de imágenes en publicaciones de arte  y me dedique a copiarlas, especialmente a Miguel Angel y Rodin. Pero cuando estuvo en mis  manos  esta pequeña monografía de Giacometti, no me puse a copiar sus figuras sino a dialogar con ellas tratando de hacer mías las intenciones que el artista suizo de origen italiano transmitía.



En aquellos años juveniles estábamos con grandes inquietudes, no solo plásticas, ya que vivíamos en lo que se llamó La Guerra fría, pero no estaba tan fría ya que en esos momentos se producía la imborrable guerra de Vietnam. En los pasaportes se prohibía viajar a los Países del Este o del llamado Telón de Acero.  También pendía sobre nuestras cabezas la Guerra nuclear que, se decía , podía destruir el planeta, y uno de los momentos mas graves fue la Crisis de los misilesen Cuba, el año 1962, generado porque Estados Unidos comprobó que la Unión Soviética había instalado misiles nucleares en la isla.  Con todo este panorama mundial y teniendo tan cerca el Canal de Panamá, las figuras de Giacometti me despertaban una imagen de cómo  podían quedar los humanos después de una explosión atómica, como ya había sucedido en Hiroshima.  Asi es que comencé a grabar y dibujar figuras en la soledad después de una gran guerra nuclear, basándome en estas imágenes.  Aquella soledad de las esculturas de hombres y mujeres que caminan hacia ninguna parte y que se cruzan en las plazas sin reconocerse, también se puede intuir la soledad del hombre en el siglo XX. Comencé a leer el pensamiento de Giacometti y su pequeña biografía escrita para algún catálogo, que dice:
Yo nací en Stampa (Suiza italiana) el 10 de octubre de 1901.
Mi padre es pintor.
Desde los 14 a los 17 años estuve en un Colegio.
En 1920 en Ginebra en una Escuela de Artes y Oficios durante algunos meses.
De 1921 a 22 en Italia, en Roma.
En 1922 estuve la primera vez en Paris.
Después he estado todos los años, unas veces solo durante unos meses, los últimos años, casi todo el tiempo.
Al comienzo, yo trabajaba en la  pintura y desde hace unos diez años, la escultura. ……….

Todos estos recuerdos de mi lejana Costa Rica vienen porque hace un mes que se clausuró una exposición antológica de Alberto Giacometti en la Fundacion Mapfre de Madrid, lo que me ha motivado para revisar de nuevo la obra de este gran escultor suizo, amigo de Picasso, de los Surrealistas y admirador de la Escultura Precolombina, y he vuelto a leer el libro que leí en San José, Giacometti, Esculturas  que por coincidencia del destino, también para estas fechas lo había comprado la pintora y grabadora Teresa Grasa, mi compañera de cuarenta años y que escribió en él el día y el sitio en que lo adquirió: Dia del Libro, 23.abril.70. En el se pueden leer frases que explican su quehacer creativo:  
Si se sintiera el vacío entorno a la cabeza, había ganado, si  llegase a pintar el vacío detrás del rostro, esto crearía tal abismo que sería formidable.  

Hablando de la abstracción, que practicó por un tiempo: Tan pronto hube comprendido el mecanismo de la composición abstracta, el problema dejo de interesarme. Podían hacerse variantes, pero, para mí, no había ya aventura posible.

Cuando comienza a trabajar sus figuras en las plazas dice:  En la calle, en el café, la gente me asombra y me atraen mas que cualquier pintura o escultura. Un día huí del Louvre por no poder soportar mas, no las obras, sino la verdad de los rostros. En todo momento, los hombres se juntan y se separan, y luego se aproximan para intentar reunirse de nuevo.  Así forman y transforman sin cesar vivas composiciones de increíble complejidad. La totalidad de esta vida es lo que quiero captar.  

Y finalmente nos dice: Desde hace años creo que mañana seré más avanzado que hoy, que veré mas lejos. Todas las esculturas de nuestra época, como las del pasado, un día terminaran hechas pedazos. Entonces es cuando se verá que un fragmento de Rodin nos dice tanto, más acaso, que la estatua entera. Así, importa trabajar la obra en los menores repliegues, cargar de vida cada parcela de materia.  


La misteriosa obra pictórica y dibujística, su primera pasión, la vine a descubrir en Europa y pude admirar en el Museo de Arte Moderno y en  el edificio de la Unesco  de París, sus esculturas, El hombre que camina, y me di cuenta que la  escultura  de Giacometti es una escultura pictórica, que fue lo que me transmitió entonces. En un video realizado por mi hijo Francisco titulado Barboza pintando en Costa Rica, 1963-68,la última imagen antes de venir a estudiar Arte a Europa, es una pintura en blanco y negro inspirada en el gran Giacometti.


Carlos Barboza Vargas