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LA PINTURA MURAL EN LA FACULTAD DE BELLAS ARTES DE MADRID, 1970


LA PINTURA MURAL EN LA FACULTAD DE BELLAS ARTES DE MADRID, 1970

La pintura mural siempre ha tenido para mí un atractivo como pintor, por la dificultad creativa y técnica. Esta disciplina plástica, y en especial la pintura al fresco,  fue lo que comencé a estudiar y a realizar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, hoy Facultad, en el Madrid de 1970, estando como profesor el catedrático y pintor Manuel Villaseñor, y como ayudante, Manuel de la Colina.  Empecé a documentarme con libros que hablaban de esta técnica milenaria que adquiere su máximo esplendor en la Italia del Renacimiento y que Cennino Cennini describió a la perfección la forma de trabajar el fresco sobre el muro. Ahora con el tiempo, repaso mis apuntes escritos sobre la pintura mural y escribí sobre esta técnica:

Los primeros materiales  que se utilizaron fueron los óxidos naturales, las tierras (ocres, marrón, rojo, y amarillos) y el negro extraído del carbón de madera y de huesos. A menudo utilizaron para la fijación de pigmentos adobes recubiertos con capas de arcilla conteniendo materias calcáreas;  en otras ocasiones emplearon arcilla con arena y paja, luego fueron agregando carbonato de cal.  Otros enlucidos están compuestos de creta, también se usó la caseína, la cera y la encáustica, la cal pura y la témpera. Mas adelante se trabaja  sólo con la cal y la arena mezclando muchas veces los procedimientos. En la actualidad, con la creación de productos industriales, todavía muchos de ellos en experimentación, se están usando resinas sintéticas  y pigmentos (acrílicos, siliconas,….), al igual que soportes con cemento blanco y colores probados en la fabricación de mosaicos.  En lo conceptual, la pintura mural está estrechamente ligada al conjunto arquitectónico en el que se realiza. La vemos variar en su forma o lenguaje según la necesidad de cada época o civilización, es decir, que está muy ligada a los ideales de las sociedades en que se realiza pues, la pintura mural, además de tener una gran dosis decorativa, lleva en su entraña una función didáctica, esto lo podemos ver desde Altamira y Lascaux pasando por  Egipto, la India, los Etruscos, los Romanos, Mayas, la Edad Media y el Renacimiento, el Barroco y en el siglo XX en España y México.

A finales del siglo XX los artistas que trabajan sobre muro como sucedió en el Muro de Berlín, los llamados graffiteros, trabajan con un nuevo instrumento que es la pintura  industrial en spray.

El Taller de Pintura Mural donde se podía pintar al fresco  era una amplia  estancia de grandes ventanales y con  paredes  de ladrillo suficientes  para realizar murales de gran tamaño. Tenía un  departamento donde se encontraba el depósito de arena de río, el de polvo de mármol,  la cal muerta y una pila con agua. Los alumnos teníamos que llevar el instrumental  de albañil necesario para realizar el fresco, como es una llana, espátulas, grandes y pequeñas, un recipiente de caucho, la artesa, donde se hacían las mezclas de materiales. Los pinceles aptos para mural son de cerdas flexibles, como los de acuarela. Adquiríamos los pigmentos en polvo, en especial los colores naturales, ya que los colores industriales o anilinas, la cal los transforma destruyéndolos.

Con todos estos materiales se realizan bocetos de la obra a realizar, según las dimensiones del cuadro. Al principio conviene pintar superficies  de pequeño tamaño para ir dominando el oficio. Cuando se decide trasladar la idea al muro la pared de ladrillo se humedece, siempre se tiene que trabajar en húmedo, de ahí el nombre de fresco. Hay que preparar una superficie con una primera capa de cal y arena  gruesa que se extiende por toda la superficie  húmeda de la pared, con una llana de forma uniforme. Se deja que este mortero comience a fraguar, y en el proceso, con una pequeña espátula, se hacen rayas en  x por toda la superficie  para cuando se aplique la siguiente capa, ésta se sujete.  Una vez que esta primera imprimación está fraguada, se humedece y se prepara la siguiente capa de la misma manera, pero con la arena tamizada de grano fino, a la que se agrega una parte de cal.  Y de la misma forma que la anterior capa, se extiende con la llana, pero esta vez de forma mas lisa. Algunos artistas ya pintan sobre esta superficie. Pero si se quiere un acabado con la transparencia del mármol, es más técnico aplicar una capa de polvo de mármol con cal antes de empezar a pintar.  Hay que saber la reacción química que se produce con estos materiales, los cuales reaccionan de la siguiente manera: La cal muerta, Ca(OH)2, + anhídrido carbónico del aire, CO2,  reaccionan y se convierte en una superficie de carbonato de calcio, CaCO3 que protege los colores  y desprende agua, H2O. 

Los pigmentos se preparan en cuencos de ancha base para que no se vuelquen al trabajar, disueltos en agua con cal diluida, y con pinceles  y una paleta para mezclarlos. Se prepara la cantidad de cal y polvo de mármol que se va a utilizar en la giornatta, como dicen los italianos, o jornada, como se dice en España.  La pared siempre tiene que estar  húmeda. Se extiende el mortero sobre la superficie con una llana, y se alisa, y una vez que este mortero esté fraguando, se coge el papel donde se encuentra el dibujo preparatorio y con la parte de atrás de un pincel, se dibuja  sobre este dibujo ejerciendo presión para que dicho diseño se marque en el mortero fresco.  Luego se retira el papel y se empieza a pintar de forma rápida, antes de que se seque  y que la cal reaccione con el CO2.  El pigmento al agua hay que aplicarlo sin remover la superficie calcárea, si no el color pierde luminosidad, no hay que insistir, es una pintura directa y no se puede corregir.  Si lo pintado  no fragua, hay que retirarlo y empezar de nuevo, así todos los días hasta terminar la obra pensada. Hay que realizar la siguiente giornatta a la misma hora y condiciones, para que el color no varíe y se unifique con el del día anterior.   Imagínense a Miguel Angel en la Capilla Sixtina, con esa gran cantidad de metros y temas  o a  Goya en El Pilar de Zaragoza, en que pintaba 5 metros cuadrados al fresco diarios.  Una vez acabada la pintura, hay que dejar el muro reposar y que la obra vaya fraguando lentamente  y el carbonato de cal proteja al pigmento. 

En el Taller de Mural   de la Escuela de San Fernando acudíamos pocos alumnos,  ya que los estudiantes preferían la pintura al óleo, en la que los resultados son más inmediatos.  Trabajábamos en aquella época el marroquí Aziz,  el artista de Bangladesh, Monirul Islam, yo que era de Costa Rica y realicé unos diez murales de diversos tamaños. Entre los españoles, Teresa Segura, Medina y Almeida. Siempre contábamos con el apoyo del pintor  y catedrático Manuel López Villaseñor  que  actualmente tiene un Museo de su obra en Ciudad Real, donde nació.  Nos enseñaba  las técnicas de este difícil oficio que es la pintura mural al fresco.