Archivo Barboza Grasa ®

LOS GRIEGOS EN EL MUSEO DE ALICANTE POR BARBOZA

Desde la Villa de Sax bajo a Alicante, acompañado de dos pintoras españolas, Julia Valdés, alicantina y Teresa Grasa, aragonesa, para visitar juntos la exposición de Los Griegos en el Museo Arqueológico de la ciudad. Con el nombre La Belleza del cuerpo se exhiben obras maestras griegas y grecolatinas pertenecientes al Museo Británico de Londres. Al entrar se encuentra un pequeño anfiteatro donde se explica la cultura y ubicación geográfica de Los Griegos en el Mediterráneo.


Pero lo más impresionante es entrar en ese túnel del tiempo de mas de veinticinco siglos y ver cuán vivas y palpitantes están estas obras maestras de la cultura occidental. También entro en mi particular túnel del tiempo, y recuerdo los días en que oía a mi profesor de Filosofía en la Universidad de Costa Rica, Don Constantino Láscaris Conmeno, descendiente de las dinastías bizantinas de origen imperial, nacido en Zaragoza y bautizado en El Pilar, y cuyo Palacio Láscaris se encuentra en Italia en la ciudad de Torino. Con el amor a sus antepasados, me abrió los ojos ante esa inmensa cultura griega, sus filósofos, Platón, Aristóteles, escritores como Sófocles, Homero, políticos como Pericles y su famoso Siglo V antes de Cristo, escultores, Fidias, Mirón, Apolonio, hijo de Néstor,… o del Partenón, con su número áureo, que siempre me ha acompañado en mi obra pictórica; es decir, todo un descubrimiento del mundo griego mediterráneo, en el mundo tropical de las selvas de Costa Rica.

Nos adentramos en la exposición y, a través de las esculturas, se nos cuenta la vida humana en todas sus facetas, desde los pequeños bronces a grandes esculturas de efebos y venus, retratos de filósofos y políticos, cabezas de niños, mujeres vestidas en pequeñas terracotas de la vida ciudadana, que luego los pintores y escultores renacentistas utilizaron como símbolos cristianos. Mujeres conversando en un mercado, cabezas de africanos en vasijas, filósofos pensantes como el griego Láscaris. Todos los temas son tratados con gran delicadeza y humanidad, como es el erotismo y el sexo, en su Sátiro y Ninfa y en sus platos de cerámica y jarrones. A continuación, el Deporte, con esa bellísima versión del Discóbolo de Mirón que se exhibe como la estrella de la muestra, donde toda la fuerza y concentración del cuerpo humano es transmitida al mármol, logrando sentir, después de tantos siglos, la belleza del cuerpo en tensión. Baco, como contrapunto del esfuerzo deportivo, muestra su cuerpo relajado ante unas uvas y una copa de vino.
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La cultura grecolatina invade el Mediterráneo, y no es hasta el Renacimiento, en que los artistas vuelven a recoger este legado de belleza, y muy singularmente Miguel Ángel, el cual es amante y admirador de estas esculturas, en especial , ha admirado con pasión el Torso de Belvedere, y tuvo intenciones de restaurarlo. En el siglo XVIII, el joven Goya en Roma, se impresiona por este torso que dibuja en el Cuaderno italiano, junto con el Hércules Farnesio, y es curioso que ambas figuras míticas se encuentran en una de las obras maestras del arte universal, como es El Coloso de Goya y en la bella mezzotinta del mismo autor.

En cuanto al Torso de Belvedere, José Pijoan, recoge en el Summa Artis, volumen IV, pag. 506, lo siguiente: “ Modernamente, Sauer ha probado que el tal Torso de Belvedere, no era un Hércules, sino un Polifemo sentado en una roca cerca del mar, haciéndose sombra con la mano, para ver si llega a visitarle la ninfa Galatea. Así, por lo menos, está representada la figura del mismo Torso en las pinturas”.
¿Quiso Goya en el Gigante de la pintura y del grabado reflejar a Polifemo amenazante y plácido en estas dos obras maestras?

En 1917, Picasso se encuentra en Roma y visita Pompeya, conoce a Olga, la bailarina del Bolshoi con quien se casa, y admira las maravillas del patrimonio antiguo italiano. Y comienza la época del teatro y clásica, y aparecen los faunos, los minotauros y todas las figuras de la iconografía grecorromana.

Salimos Julia,Teresa y yo por la noche y nos encontramos en la altura, solitario como un Coloso, el Castillo de Alicante mirando al Mediterráneo.
Carlos Barboza